viernes, 6 de marzo de 2015

Sobre la memoria selectiva y otras formas de avanzar

El otro día volví a ver mi película favorita: El secreto de sus ojos. Una de las mejores escenas de la película (aunque está plagada de buenos momentos), es cuando el protagonista, Benjamín Expósito, le cuenta a otro personaje, el trágico momento en que unos asesinos a sueldo matan a su mejor amigo confundiéndole con él. Cuenta cómo su amigo, que se encontraba en su casa en el momento en que llegaron los matones; se dedicó a poner bocabajo todas las fotografías de la casa, para después asegurar a sus futuros asesinos que él era Benjamín. Dando, valientemente, la vida por su amigo.

O tal vez no fue así Continúa su relato el gran Ricardo Darin, con ese enigmático acento argentino– tal vez simplemente le mataron mientras dormía... y las fotos se cayeron solas... de casualidad... con algún movimiento. Ya no se que pensar... no paro de darle vueltas a la cabeza. 

Elija bien. –Le contesta el otro personaje– Lo único que nos quedan son los recuerdos, al menos que sean lindos. 

Los recuerdos son nuestros, es algo que no nos pueden arrebatar; y dicen que la vida es 10% lo que te sucede y 90% como lo percibes. Pues, ¡recordemos bonito! como dirían por ahí.



La reina del drama

Mis amigas siempre me dicen que soy un tanto exagerada contando historias. Una vez, dos de ellas que fueron a Estados Unidos de viaje, nos trajeron un regalito a cada una: ropa interior con un mensaje que nos identificara. Mis braguitas, las mejores escogidas según el escrutinio popular, tenían por titulo Drama Queen. Sí, muy simpáticas ellas, asustando a cualquier posible conquista que supiera algo de inglés...

Bromas aparte, no voy a negar la mayor, siempre me ha gustado contar historias y, además, qué aburrida sería esta vida si no añadimos un poco de salsa al guiso ¿no? 


Siempre que mis amigas y yo vivíamos alguna aventura adolescente (acéptese por aventura: salir una noche de fiesta, pasar la tarde en la piscina, o salir de compras a un centro comercial), si una de ellas, por algún motivo, se perdía tan magno acontecimiento, a la que llamaba para que se lo contara era a mí, ya que se aseguraba recibir todo lujo de detalles. Eso sí, si tenía tiempo, porque mis explicaciones iban para largo. Recuerdo un día en el que estaba relatando la noche anterior a una amiga, estando otra que también había vivido el acontecimiento, presente en la conversación. En un momento álgido de mi narración ésta giro su cuello hacia mí y me preguntó:  

¿Tú y yo hemos vivido la misma noche? 

Sí –Le contesté– sólo que desde ojos distintos. 


Cerrando etapas

Acabo de cerrar una importante etapa en mi vida. Después de tres años y medio en la misma empresa, aquella que me ha hecho crecer profesional y personalmente, me ha salido una muy buena oportunidad y me he tirado a la piscina. Porque es un reto, porque me apetece, porque la vida es un ratito y porque como canta Fito, lo contrario de vivir es no arriesgarse.

Sobre el cambio os hablaré más adelante, cuando pueda hacerlo con mayor conocimiento de causa. Ahora es momento de hacer balance de lo vivido, por aquello de finalizar etapas, cerrar círculos y conectar puntos.




Es curioso, el otro dia hablando con mi, ya antiguo, jefe, le decía que ahora sólo me acordaba de lo bueno. Que los kilómetros recorridos; los deadlines imposibles; los informes que no acababan; los nervios pre-cursos ante un público cada vez mas preparado, y sobre los temas cada vez mas variopintos; las ronchas en la piel; los madrugones; el estrés; la presión. De todo eso ya ni me acordaba, ¿había ocurrido?

Ahora solo se me venían a la cabeza millones de anécdotas que iban desde las divertidas, hasta las emotivas, pero sin duda, todas agradables. En consultoría, especialmente si es de RRHH y más si el equipo es pequeño, acabas haciendo de todo, aprendes muchísimo y si te lo propones te diviertes aún más.

Ahora sólo me acordaba de las felicitaciones; de los reconocimientos; de los cierres de proyecto; de la adrenalina post-cursos, cuando acababan siendo un éxito; de los outdoor training inspirados en la edad media; del montaje de los vídeos; de las cenas y hoteles en distintas ciudades; de los proyectos en enero en Canarias a 25 grados; de las comidas con clientes cuando las cosas habían ido bien; del conocer a gente interesante; de los consensos que nuca acababan pero en los que también nos reíamos; de los "si al final siempre todo acaba bien"; de los buenos ratos con los compañeros…

Como diría mi jefe (moviendo una copa de vino... en alguna terraza... en alguna ciudad del sur... tras una intensa jornada de reuniones, entrevistas y workshops): "Esto es lo bueno de la consultoría".


Y es verdad, ahora sólo recuerdas lo bueno. Es un mecanismo que tenemos los seres humanos para poder avanzar. Lo importante ahora es el futuro, al que hay que mirar de frente, con fuerza, sin miedo, y con ganas de comérnoslo ¿por qué no? *A la izquierda el regalito de despedida de mis compis, lo tengo muy a mano, por si algún día se me olvida el por qué de mi decisión. Pero de vez en cuando, no es malo echar la vista atrás, hacer balance, quedarnos con lo bueno, sonreír al recordar, y sobre todo, ya que nadie puede quitarnos los recuerdos, elegirlos bien... y al menos... que sean lindos ¿no?

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